Cierro mi trilogía sobre Donald Trump de esta semana con un poco de salseo. Resulta que Taylor Swift se casa. Taylor Swift, ya saben, fenómeno musical y sociológico. Taylor Swift fue protagonista –no sé hasta qué punto voluntaria o no, los misterios de la industria musical son insondables– de la precampaña estadounidense. Trump arremetió contra ella por su supuesto apoyo a los demócratas. “Odio a Taylor Swift”, llegó a escribir en sus redes sociales. Cómo de preocupado debía de estar Trump que alimentó la enésima teoría de la conspiración que decía algo así como que la Superbowl estaba amañada para que ganaran los Kansas City Chiefs, equipo en el que juega el novio de la cantante, Travis Kelce, como parte de un complot de apoyo al entonces aún candidato Joe Biden. De hecho, abundando en el asunto, se llegó a propalar que el éxito de Swift era un invento del Pentágono para influir en las presidenciales. Pues ahora resulta que Swift y Kelce han anunciado su compromiso. Trump –por supuesto, que no pase un día sin opinar de algo– ha reaccionado y, pásmense, les ha deseado “mucha suerte” y ha asegurado que la cantante es “una persona fantástica”. Será por eso que la odiaba hace menos de un año... O quizá sea su sibilino regalo de bodas...
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