Hay quien sostiene en nuestro amado templo del cortado mañanero que a los viejillos habituales hay que dividirlos en dos grupos. Por un lado, están los abuelos que ya tienen más que asumida la edad, los achaques de la vida y que se nos dan una alegría para el cuerpo muy de vez en cuando porque son conscientes de las consecuencias posteriores. Por otro, los pre-aitites, es decir, a los que el calendario de la vida les está acercando a Villa Quieta pero a los que todavía les acompaña la marcha y pueden asimilar las consecuencias de un par de excesos seguidos. A estos últimos pertenecen los que llevan desde principios de mayo repartiéndose por todas las fiestas de barrio de la capital, los que ya están haciendo planes de comidas y cenas para Santiago y La Blanca, los que han decidido entre qué pueblos se van a repartir en torno al 15 de agosto... y los que el lunes se pillaron un bus en la estación y se fueron a pasar el día en Pamplona. Hay hígados que no viven solo una vez. Con todo, nuestro escanciador de café y otras sustancias sostiene que estos danzarines del jolgorio son ya los últimos de Filipinas, que las generaciones que vienen por detrás no te aguantan un par de buenas juergas seguidas y que así vamos todos hacia una sociedad más seria y triste.