Ni Frank de la jungla estaría cómodo sumergido en una de las selvas asalvajadas que han surgido en Gasteiz en los últimos meses por aquello de la huelga del personal encargado de mantener las zonas verdes de la capital alavesa. Es cierto que la maleza ha llegado a cotas insospechadas regada por unas lluvias que han sido generosas durante semanas y que el imaginario popular, bien de palabra, bien a través de las ofertas digitales que pueblan el ciberuniverso, habla de haberse encontrado en los otrora vergeles gasteiztarras incluso ejemplares talluditos de boas constrictor y de capibaras. Y ahí es donde quería llegar yo, a lo mucho que le gusta figurar a cierta gente, capaz de divulgar exageraciones hiperbólicas o, simplemente, falacias del tamaño del monumento a la Batalla de Vitoria, con tal de ganar un ratito (o hueco) de reconocimiento, aunque este sea derivado de una fake. Da igual que se desmientan comentarios o que se trate de acotar según qué afirmaciones gratuitas, que al final prevalecerá el discurso de aquel que sea capaz de soltar la más gorda. Supongo que serviría aquí aquello de que lo importante es que hablen de mí, aunque sea mal, que soltó un tal Salvador Dalí. Ya en su época, el genio de Figueras sabía de lo que hablaba.
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