Hoy es un día especial. Ha pasado la jornada sin pistas ni indicios sobre un nuevo giro de guion en la hoja de ruta diseñada por el gabinete de Donald Trump para desnortar al mundo. No ha hablado el presidente-magnate inmobiliario para amenazar con nuevos aranceles a China, ni para quitárselos. Tampoco ha vilipendiado a sectores industriales europeos, ni ha amenazado con anexionarse ningún pedazo de tierra ajeno a los actuales Estados que componen EEUU. Que yo sepa, aún no ha dado la orden ejecutiva para desmantelar ningún departamento vital de su Ejecutivo para la propia subsistencia de aquel país, ni ha asegurado que ya no va a defender militarmente a ninguno de sus socios si antes estos no se han rearmado hasta los dientes. No he visto ningún teletipo que dé cuenta de deportaciones masivas hacia El Salvador y su sistema penitenciario de la mano de obra inmigrante que da lustre a la economía yanqui ni tampoco que se haya dado cuenta de cómo se va a repartir el Tío Sam con Rusia las bondades de Ucrania como solución a la guerra que destroza aquellos lares. En fin, que ha sido un día gozoso sin interferencias ajenas a la lógica. Y se agradece después de tres meses de la verborrea constante y alucinógena del citado.