Este pasado fin de semana estuve de chufla con la cuadrilla. Lo escribo aquí por la trascendencia del dato, ya que hacía eones que no acudía a un encuentro de las características del citado. Y no por falta de interés, sino por los especiales condicionantes de la vida del menda, que padece una falta de fechas propia de un ministro. El caso es que en el transcurso del prealmuerzo, regado, como mandan los cánones, con alegría y desparpajo con hielos y su rodaja cítrica, salió a colación un determinado perfil de una conocida red social que, al parecer, se dedica a publicar chistes. Y, a fuerza de escuchar las risas de quien socializó ese descubrimiento, germinó en mí la necesidad de comprender. He de reconocer que me fascinó escuchar los dichos y ocurrencias agudos y graciosos que salieron a colación en el citado cónclave de señores mayores, casi todos, con matices alopécicos, y con un volumen abdominal camino del desborde. Supongo que, en ciertos ambientes de camaradería, los chascarrillos como los descritos encuentran las condiciones y el abono necesarios para germinar de manera orgánica, sin necesidad de suplementos vitamínicos ni de riego extra. Después, la vida ya se encarga por sí sola de disipar las risas a base de realidad. En cualquier caso, que nos quiten lo bailado.