Aver. No es por alardear, pero la gran industria alavesa es para quitarse el sombrero. Y, la pequeña, también. Es una maravilla tener la opción de conocer factorías y talleres en los que se producen maravillas tecnológicas y otros mecanizados maduros y tradicionales. Pese a sonoros sopapos en forma de cierres, deslocalizaciones y conflictividad social, el tejido fabril del territorio ha logrado asomar la cabeza allí donde es más necesario el valor añadido de la innovación y la investigación. No hace muchos meses este diario informaba del lanzamiento del primer satélite de origen alavés. También en estas páginas se ha dado cuenta de la especialización de ciertos laboratorios en la producción de óptica para mascotas, en la creación de tubos de aleaciones imposibles y de botellas con los colores más llamativos y formas más sorprendentes. No faltan quienes hacen piezas para aviones y los que apuestan por la comida procesada con firma de chef reconocido. Todo esto son solo ejemplos, ya que la variedad es muy basta. Evidentemente, no todo es absolutamente límpido, pero convendría tener un conocimiento, al menos, somero, de las excelencias del sector que ha logrado, con el aporte de todos sus trabajadores, llevar a Álava a liderar las estadísticas de bienestar.