Pues no se lo van a creer, pero aquí estoy otra vez. Supongo que tendrán la sensación de que aparezco hasta en la sopa, percepción que comparto a pies juntillas. Pero, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, hoy quería trasladarles una preocupación que considero significativa y que atiende al menoscabo y deterioro de lo vitoriano. Parece mentira, pero casi a diario hay que escuchar comparaciones con otras ciudades que desmerecen lo que tenemos en casa. Es evidente que aún no hay metro, ni restaurantes con estrellas Michelin, ni museos de vanguardia obra de arquitectos con firma, ni playa con arenales infinitos. Aún y todo, hay que poner en valor la capacidad industrial de Gasteiz, la puesta en marcha de proyectos estratégicos ligados a la interconexión logística, al conocimiento, al deporte, a la movilidad, al vino o a la investigación del envejecimiento y el uso de la capital como ciudad-laboratorio para seguir ensayando proyectos que nacen para fomentar el bienestar ciudadano. En esos marcos, Vitoria sigue a la cabeza. Es innegable que no se pueden ocultar los problemas existentes, que son muchos y variados, pero hay que sacar un poco el orgullo por lo que nos define, que es inigualable.
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