El ínclito Vinicius se fue de rositas tras mofarse de mala manera del cuarto árbitro en su cara al ser cambiado debido a los seis minutos de prolongación. Endrick, que también apunta maneras a sus 18 años, le dio una alevosa patada en la entrepierna a Mouriño que el VAR también pasó por alto. Dos injusticias que, al menos, se han hecho virales y dejan tocada la credibilidad de una competición que ni siquiera es capaz de impartir justicia con la tecnología en la mano. El problema de muchos árbitros de Primera no es tanto su discutible nivel para dirigir partidos al más alto nivel como la cobardía o el distinto rasero con que miden a los equipos. Llueve sobre mojado al valorar la impunidad de ciertos jugadores de renombre para los que existe un reglamento especial. El Deportivo Alavés fue víctima de un claro expolio en el Bernabéu. Dos rojas escandalosas perdonadas a un Real Madrid que no necesita, un día sí y otro también, estos empujones arbitrales para llevarse los tres puntos. Lo más chocante es que, apenas un día después de este disparate, las portadas que encabezaban la web de los principales diarios deportivos madrileños rezaban lo siguiente: “El Madrid sigue indignado” y “El Madrid, perplejo con los árbitros”. El papel de ciertos compañeros de profesión produce ya vergüenza ajena.