La dopamina es la hormona del bienestar y la responsable de que ciertas vivencias nos aporten un chute de felicidad. Un plan con amigos, un atardecer, una excursión en familia o bailar hasta que salga el sol pueden activar esa dopamina y hacernos más felices.
Disfrutar de la comida es sin duda, además de uno de los grandes placeres de la vida, una de esas acciones capaces de liberar esta hormona. Por eso cuando el otro día me topé con un artículo que hablaba del menú dopamina para afrontar el nuevo curso visualicé un montón de platos suculentos. Una antítesis a los textos sobre dietas para acabar con los kilos de más ganados en verano, pensé.
Sin embargo se trataba de planificar diariamente una serie de actividades que nos aporten la dosis de felicidad necesaria para sobrellevar las cargas del día a día y huir de ese pasatiempo –o pierdetiempo– conocido como doomscrolling y que no es otra cosa que perder horas de tu vida deslizando el dedo por la pantalla del móvil en diferentes redes sociales. Es una gran idea detenerse, reflexionar y obligarnos a regalarnos momentos que nos hacen bien.
Esto me lleva a pensar en lo complicada que está la vida cuando debemos organizarnos la agenda para disfrutarla, conscientes de que si nos dejamos llevar por la inercia corremos el riesgo de no vivir hasta que lleguen las próximas vacaciones.