En verano todo lo hacemos más complicado. Tendría que ser justo lo contrario, que pensar en las vacaciones fuera puro relajo, pero que va. Cuando se acerca el día de hacer las maletas y coger el coche para ir a la playa, la cabeza nos echa humo porque todos son problemas. O eso nos hacen creer. Nos probamos el bikini del año pasado, y rápidamente buscamos un hueco para ir a comprarnos otro porque nos miramos al espejo y... lo que vemos no es lo que sale ni en la tele, ni en redes, ni en las revistas. “Por si acaso alguien se da cuenta en la playa o en la piscina”. Es absurdo. Intentamos esconder en una tela minúscula nuestro cuerpo: un cuerpo especial, diferente, bonito y espectacular. Porque en realidad así son todos, aunque intenten hacernos creer lo contrario. Segundo problema: llega el tema de la depilación. Otro caos. Intentas coger cita cuando medio Vitoria está igual que tú. Y una vez en la camilla, todo es sufrimiento durante media hora o más pero... ¿para qué? Para que te quiten pelos de piernas, ingles y axilas porque te dicen todo el tiempo que los pelos no deberían estar ahí. Otro mensaje absurdo que nos creemos. Menos mal que cada vez más chicas jóvenes han decidido plantarse ante esta tortura. Y nosotras estamos a tiempo.