Es peligroso desayunar viendo las noticias. Te puede pasar, por increíble que parezca –aunque el concepto increíble empieza a ser inalcanzable– que llegue el bloque dedicado a la nominación de un candidato a la Casa Blanca y aparezca ante el plenario ofreciendo un discurso nada menos que Hulk Hogan, icónica figura del wrestling estadounidense. Sí, ocurrió en la proclamación del jueves de Donald Trump como aspirante republicano y, por supuesto, Hogan acompañó el momento culminante de su discurso –tiembla Demóstenes– con su clásico gesto de rasgarse la camiseta. Después de eso piensas que nada puede sorprenderte. Pues no, ahí comparece Trump, empeñado en sacar brillo a esa nueva aura de superviviente “por la gracia de Dios todopoderoso”, según él mismo afirmó. Siglo XXI, pero los mandatarios los sigue designando Dios al parecer. En fin, decía que aparece un Trump con una aparente sobredosis de tila hablando, él, de “curar la división de la sociedad”. Eso sí, la tila solo alcanza para el volumen del discurso, porque el fondo sigue siendo el mismo. Paradójicamente –o no tanto–, el atentado contra Trump puede ser el que finiquite, no ya las opciones de reelección de Joe Biden, sino la propia candidatura del aún presidente.