Ya me vieron entrar con cara de pocos amigos y los viejillos presentes me vinieron a sonsacar, que, otra cosa no, pero aquí el cotilleo de cualquier clase, se valora. Así que a los presentes en nuestro amado templo del cortado mañanero les conté el sucedido. Martes al mediodía. Plaza Lovaina. Señora de 60 más cerca de los 70 que otra cosa. Ve que a lo lejos llega su urbano. Y ahí que la buena mujer se dedica a cruzar con el semáforo en rojo para los peatones y un coche blanco por el mismo lugar que ella quería pisar. Sí, pasó. El del coche, incomprensiblemente, no pitó. Pero yo no me callé. Y la señora primero se justificó y luego me sugirió meterme la lengua por donde amargan los pepinos. No me dio tiempo a decirle, porque el bus se marchó, que a mí me daba igual que la mujer se muriese. Que te quieres suicidar, lo haces. Lo que me jode es que a ti te atropellan y yo me tengo que parar y llegar tarde a la cita de trabajo que tenía, llamar al 112, ver tus sesos abriéndose camino por el asfalto o tu sangre regando la calzada –lo que me producirá algún mal sueño estos días–, tengo que prestar declaración e igual tendré que ir en su día a un juzgado... Y eso sí que me jode. Ante tal falta de humanidad por mi parte, los viejillos presentes me miraron entre mal y asustados.