Sobre todo con afán de tocar las meninges, uno de los viejillos de nuestro amado templo del cortado mañanero preguntó el otro día si habría caracoles veganos en la cena pre San Prudencio de todos los años, lo que fue contestado por nuestro querido escanciador de café y otras sustancias con una sesuda y argumentada reflexión sobre determinada cosa que el aitite le podía sorber en sustitución del molusco gasterópodo. Lo cierto es que el martes por la noche se cumplió con la tradición, además esta vez con bastantes asistentes. Mientras se daba buena cuenta del revuelto de perretxikos, otro de los abueletes nos avisó de que no le vamos a ver el pelo la próxima semana ya que se queda al cuidado de los descendientes de sus tres hijos, lo que suma la friolera de cinco enanos con tanto tiempo libre como energía. Aquí surgió un debate... curioso. Uno de los viejillos consideró que sus hijos le tenían que haber pedido permiso antes de ponerse a la fornicación con consecuencias. Es decir, ellos decidieron ser padres pero nadie le preguntó al hoy babysitter si quería ser abuelo con obligaciones. Así que antes de la cópula tenía que haberse producido, como mínimo, una reunión. Todos los viejillos con querubines a su cargo asintieron y recibieron la propuesta con un sonoro brindis al grito de ¡¡canguros al poder!!
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