Podría haber sido otra de las apuestas de fichaje americano que pasa sin pena ni gloria por Vitoria. O haber respondido a ciertas expectativas y firmar un aceptable paso por Zurbano. Cualquiera de las opciones se ha repetido en el pasado con otros jugadores sin que haya supuesto mácula en el expediente de Alfredo Salazar como oráculo baskonista. En el mejor de los casos podría haber sido una de esas apuestas que funcionan y que utilizan Vitoria como estación de paso hacia un trasatlántico europeo o como peaje hacia una rentable carrera en Euroliga. Pero Markus Howard, haga lo que haga a partir de ahora y salga como salga del Baskonia, ha dejado ya su nombre escrito en la historia del club –ahí están la fría estadística y sus récords– y, lo que es más importante, en el corazón de la afición. Sus espectaculares actuaciones y sus rocambolescos tiros enamoran a aficionados de otros equipos y, muy a pesar nuestro, también a los directores deportivos de los mejores equipo del continente. Inevitablemente, la NBA es otra amenaza que figura entre los sueños del jugador. Este verano nos regaló una renovación hasta 2026 para ganarse más si cabe a un baskonismo ya rendido al de New Yersey. Disfrutemos de él mientras tengamos la oportunidad , ojalá por mucho tiempo, porque algún día alardearemos de que le vimos jugar en el Buesa Arena.