Ya lo siento. Lo digo por volver a invadir este pequeño espacio con la intención de esparcir mis neuras. Pero les prometo que esta vez voy a ser breve. Solo quería trasladarles una cuestión que me parece significativa. Hace unas semanas me lastimé una rodilla hasta el punto de tener dificultades para desplazarme a la velocidad de un adulto humano y para subir escaleras sin parecer un cacharro viejo. Pedí vez a través de la web a mi médico de familia y, por una vez, logré cita presencial. Eso sí, a más de diez días vista. En cualquier caso, la novedad casi me perjudica en serio, ya que la alegría por la buena nueva me descompuso el cuerpo. En fin, que con el paso de los días, la hinchazón de mi articulación maltrecha se ha reducido hasta casi la insignificancia y aquí estoy yo, con una cita para el médico y sin mucho que contarle. Al no ir a más, la lesión ha ido a menos. Supongo que todo forma parte de una estrategia sanitaria global implementada para descongestionar las consultas. A mayores dificultades para relatar al galeno los males que afectan al paciente, más posibilidades hay de que este sane por sí mismo. Si no, si se da el supuesto contrario y el enfermo se pone a morir, pues ya están las urgencias. Dadas las circunstancias, he decidido suspender mi cita. Dios, qué cruz.