Feminista hasta la médula, de izquierdas (vamos, muy roja,) vasca, sindicalista, independentista y abertzale, muy abertzale. Siempre que puedo meto en mi discurso las palabras sororidad, patriarcado, cosificación, misoginia, machirulo, violencia machista, acoso, igualdad, empoderamiento, independencia, respeto, derechos y por supuesto, derecho a decidir. Sare, el Aita Mari y Esku Hutsik son algunas reivindicaciones que intento priorizar y apoyar cuando me lo piden. Ya sé que decir lo que piensas se ha convertido en una profesión de riesgo. Pero pasar desapercibida y esconderme entre un montón de gente y compañeros que prefieren agachar la cabeza y decir que ‘sí’ a todo (en el trabajo, con amigos, en las reuniones de vecinos,...) no entra en mis planes. No puedo entender el estilo de vida de los que tienen por bandera el lema ‘no quiero líos’. No puedo compartir el modo de vida de aquellas personas que prefieren quedarse sentadas, sin decir nada, sin quejarse ante una injusticia, sin protestar, sin decir que no están de acuerdo con una decisión. Y no puedo entender a aquellas personas que prefieren mirar desde la zona de confort antes que actuar. Y no, a Itziar Ituño no le ha salido caro apoyar una manifestación de Sare. El problema no lo tiene ella.