Pertenezco a la patética cuarta parte de los seres humanos que en la primera semana de año ya ha incumplido alguno de sus propósitos principales para el ejercicio entrante, si bien cabe el triste consuelo de que sólo el 10% de nuestros congéneres alcanzará sus metas en 2024. Como corolario del arrepentimiento confesaré que tampoco acerté en las peticiones a Olentzero y los Reyes Magos, pues debería haberles solicitado electricidad y gas –por este orden– a la vista de la subida de ambas dos facturas. Razones de más para desde hoy día 7 no felicitar más el año. Igual deberían hacer lo mismo. Ahí lo dejo y allá ustedes.
Mañana lunes 8 será mejor hacer como si fuese el día 2 de enero para retomar con fe verdadera los propósitos proactivos, cimentados en elecciones conscientes sobre la premisa de que trabajar en uno mismo resultará nuestro mejor proyecto. El fundamental, recuperar los hábitos saludables: sean físicos como deportes de sudar –si bien el 90% de los nuevos inscritos al gimnasio en enero ya no volverá para abril– u otros ejercicios con más foco como yoga y pilates; sean intelectuales, pongamos formación e idiomas más lecturas buenas e inspiradoras actividades de ocio cultural. Bien entendido que arriesgaremos seriamente nuestra autoestima si los objetivos trazados no son realistas, además de específicos al detalle y sustentados en razones nítidas ya interiorizadas. Y antes también los hemos secuenciado correctamente de uno en uno y por añadidura el método teórico lo materializamos con una práctica sistemática a nuestro alcance. Si se trata de hacer –con ton y con son–, igualmente de dejar de hacer. Una lista digamos de despropósitos que en el caso de los fumadores contumaces la encabeza el tabaco, un clásico como apartar los alimentos nocivos para comer sano y sentirnos bien –restringiendo la ingesta de alcoholes–, lo que en efecto incluye planificar la compra y el cocinado. Aunque las peores toxicidades son las personales, por eso urge centrarse en frecuentar a los inviduos estimulantes que nos hacen mejores. Porque definitivamente no todo el mundo merece atención, menos nuestra compañía. Entre esas relaciones a cortar también por lo sano se encuentran las que se mantienen sólo por tu energía, porque insistes en aparecer sin que te busquen, y las que tienen como interlocutor a sujetos a los que oímos pero no escuchamos porque no nos importa lo que digan, incluso para herirnos. En suma, dediquémonos a quienes nos excitan el alma y la mente, nunca a aquellos que minan el ánimo y hasta la moral.
Un alma, ésta caritativa, me sugirió que escogiera una palabra que vaya a guiar mis acciones en 2024. La tengo: serenidad. A ver cuánto me dura. Pues nada mejor que equilibrio para esta vida en su complejidad ciclotímica. Desde la doble evidencia de que el éxito es un impostor y de que sólo fracasa quien no lo intenta. Compartirán conmigo que el corazón latiendo es lo que cuenta, en lo físico y en lo sentimental. Aun como consuelo –de listos– ante los males de uno porque sencillamente hay que seguir tirando. Con la mezcla correcta de exigencia e indulgencia propias, eso sí.