Una mareante oferta de 525 millones de dólares acaba de llevar a Jon Rahm a la controvertida LIV Golf y la Euroliga acogerá entre sus filas proximamente a un equipo árabe que también bañará de billetes a un deporte de la canasta deficitario por naturaleza. El de Barrika y los grandes transatlánticos europeos con licencia A han sido los últimos que se han visto seducidos por la tentación que ofrece esa monarquía de Arabia Saudí en su cruzada por montar una especie de Hollywood del deporte. ¿Queda algún rescoldo de romanticismo en este sector de la sociedad que ya no se pueda comprar con dinero? Está claro, y quien diga lo contrario miente, que todos nos movemos por la pasta. Solo faltaría. Es muy lícito que, teniendo en cuenta que estamos de paso en la vida y nuestro final puede estar cerca en cualquier momento, seamos tan estúpidos de no aceptar propuestas de este calibre. El problema radica cuando la hemeroteca deja a uno en mal lugar o se vierten declaraciones absurdas para justificar que el dinero ingrese en tu cuenta corrienta. Todos tenemos un precio, aunque la codicia de algunos deportistas tremendamente ricos antes de firmar un acuerdo así solo sirve para blanquear un régimen que desprecia derechos con total impunidad.