Es uno de los culebrones más sugerentes e inquietantes de los últimos tiempos, la crisis de dimensiones bíblicas en OpenAI, creadora del disruptivo ChatGPT. El 17 de noviembre, la junta directiva de OpenAI anuncia el despido de su cofundador y consejero delegado, Sam Altman, gurú de la inteligencia artificial. Alega la junta que Altman no había sido “consistentemente sincero en sus comunicaciones” y que había “perdido confianza” en su liderazgo. Entra en escena Microsoft –uno de los inversores de OpenAI–, que presiona anunciando el fichaje de Altman. Mientras tanto, OpenAI vive un motín con la amenaza del 95% de sus empleados de dejar la firma si Altman no es readmitido. Poca broma, es una empresa valorada en unos 86.000 millones de dólares. Microsoft alcanza el día 20 su máximo histórico en Wall Street. Para aliñar un poco más, OpenAI nombra nuevo director ejecutivo a Emmett Shear, de quien se dice que es partidario de una mayor vigilancia sobre el desarrollo de la inteligencia artificial por su riesgo potencial para la humanidad. El día 22, OpenAI anuncia la triunfal vuelta de Altman. Y el día 23 se filtra una carta que investigadores de OpenAI remitieron a la junta antes de la crisis constatando su preocupación por el proyecto Q* y advirtiendo contra “una comercialización de la tecnología antes de comprender las consecuencias”. Para aficionados a conspiraciones, distopías tecnológicas y buenos thrillers. l