El depredador natural del ser humano es el ser humano, así ha sido a lo largo de la historia y no hay nada que invite a pensar que lo dejará de ser en algún momento. Mientras miles de personas inocentes mueren en la invasión de Rusia a Ucrania o el asedio de Israel sobre Gaza a causa del orgullo y el odio de sus dirigentes, cada vez más ciudadanos se empeñan en colocar en puestos de poder a maniáticos de la misma calaña. Así volvió a suceder el pasado domingo en las elecciones de Argentina, donde el ultraliberal Javier Milei arrasó pese a todas las excentricidades y meteduras de pata cometidas a lo largo de la campaña. Llegan al poder por las urnas y, como sucedió con Trump en Estados Unidos, suelen terminar renegando de ellas. En todos los sitios hay kamikazes y ultras, pero cuando un personaje como Milei recibe más de 14 millones de votos, el problema es otro. Tal vez sea causa de la falta de memoria histórica, una mala educación o de la desinformación, o quizá simplemente se deba la negligencia del resto de políticos y gobernantes que han permitido que la sociedad llegue a tal punto de hartazgo y desesperación que prefiera ver todo arder. En este sentido, la responsabilidad de los políticos españoles es máxima para que esto no se replique aquí. Y no sé si están preparados.