Esta semana nos ha servido, además de para disfrutar de las fiestas de La Blanca, para descubrir que al parecer Iván Espinosa de los Monteros era de los moderados de Vox. En Vox también hay halcones y palomas oiga, duros y blandos, qué cosas. ¿Cómo era aquello de la derechita cobarde? La política tiene estas cosas, se mueve a la velocidad de la luz. Ahora, los que acuñaron aquella expresión prometen sus votos sin condiciones al PP. Pero el adiós de Espinosa de los Monteros –seguido por el de su sucesor en el escaño, Juan Luis Steegman– ha venido también a certificar el pistoletazo de salida de una corriente, que ya dejan traslucir al menos los medios de la Villa y Corte, tendente a acabar con las siglas de Abascal. De pronto, a Vox se le están empezando a recordar historias como la de UPyD o la de Ciudadanos y los mismos que jalearon su ascenso a la gloria ahora cuestionan la conveniencia de su existencia. Y es que, a la luz de los pactos post 28-M y lo ocurrido luego en el 23-J, con el PP de Feijóo aún tratando de superar el shock, la duda que cunde es si Vox no se ha convertido en un factor de movilización más para la izquierda que para la derecha. Derecha que, por otra parte, tiene ya una referencia en el PP, como quedó demostrado en la noche electoral, cuando a un cariacontecido Feijóo en el balcón de Génova le respondieron los congregados al grito de ¡Ayuso, Ayuso!