Estamos a finales de julio y aún desconozco el lugar elegido para una pequeña desconexión este verano. No sé en el caso de ustedes pero, como sucede con las gangas de última hora en las rebajas, ahora es momento de aguardar pacientemente alguna oferta sobre la bocina que contribuye a aliviar la carga que sufrimos todas las familias por culpa de la inflación. El año pasado ya surtió efecto con un ahorro considerable –no tienen ni punto de comparación los precios entre mediados de agosto o primeros de septiembre– y esta vez confío en que vuelve a suceder lo mismo. Lejos quedan ya, al menos en mi caso, aquellos tiempos donde te ponías a reservar tu lugar ideal con bastantes meses de antelación por si las moscas. Por lo visto, en las vacaciones nadie escatima ningún euro porque los precios siguen desbocados. Claro que también están por las nubes el café o las cañas en cualquier bar, las barracas de las fiestas del barrio, los alimentos del supermercado... Llega un momento en que hay que vivir y disfrutar a lo grande porque a todos nos quedan dos telediarios y, sobre todo, hemos estado muchos meses al pie del cañón en el trabajo. Sin embargo, tampoco es cuestión de que te timen. Hay que encontrar un término medio. Y quizás el chollo aparezca en breve.