Con la mayoría de los viejillos con nieto adosado liberados estos días gracias al paréntesis escolar entre tanta jornada de cachondeo, se han juntado muchas mentes malpensantes estos días en nuestro amado templo del cortado mañanero. Tantas que el otro día, ante la enésima noticia en la prensa sobre lo mismo, uno de los abuelos preguntó cómo era posible que la raza humana, y su evidente falta de materia gris, estuviese creando eso que llaman la Inteligencia Artificial. A eso se unieron varios que se cuestionaron qué hay de malo en que de una vez por todas las máquinas dominen el mundo, viendo cómo lo está dejando el homo tontus. Hubo al principio algunas reticencias a esta argumentación, pero después de poner varios ejemplos sobre las cagadas mayúsculas que es capaz de cometer una mente sobre dos piernas, las objeciones fueron desapareciendo rápido. Hubo uno de los jóvenes que dijo que un ordenador nunca será capaz de sentir, amar, crear... y que eso es esencial, a lo que uno de los aitites respondió que él lleva años sin verse lo que se supone que está debajo de su barriga y tampoco es un drama. Lo que sí escamó fue el debate sobre si la inteligencia en cuestión sería más de vino o de cerveza, porque si no bebe aunque sea un café o incluso un mosto, nos quedamos con los humanos.