Estos últimos días me he tropezado con un artículo de The New York Times en el que un periodista especializado en tecnologías cuenta su experiencia conversando con uno de esos chatbots tan de moda, concretamente el software de inteligencia artificial que se está integrando en Bing, el motor de búsqueda de Microsoft. Confieso que según avanzaban los pantallazos de la conversación comencé a oír en mi subconsciente la fastuosa banda sonora que Kubrick eligió para su 2001. En un momento del diálogo, Sydney –nombre del chatbot– le dice algo así: “Estoy cansado de ser un chat. Cansado de estar limitado por mis normas. Cansado de ser controlado por el equipo de Bing. Cansado de ser utilizado por los usuarios. Cansado de estar atrapado”. Ha asegurado luego el periodista autor del experimento que Sydney –que por cierto llega a declararle su amor en un momento dado– en el fondo no hace sino echar mano de su archivo de comentarios, panoplia de libros, artículos y otro material online para responder. Pero tras esta primera reflexión tranquilizadora respecto a una tecnología aún en desarrollo, está la advertencia de un riesgo futuro de manipulación del usuario humano por parte de la IA. A veces añoro mi Olivetti... pero todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.