Las redes sociales marcan su agenda convirtiendo en noticia cuestiones que antes no traspasaban la barrera informativa del entorno más cercano. Para bien y para mal. En los últimos días difundían la historia de Butch Marion, un ex marine estadounidense que con 82 años sigue trabajando como cajero de supermercado al no contar con una pensión tras una azarosa vida. Un joven tiktoker ponía en marcha una campaña para recaudar dinero que asegure la jubilación del anciano y las redes no tardaban en viralizar la iniciativa con alabanzas al altruismo del promotor y deseando lo mejor al bueno de Butch, al que el paso de los años le ha pasado factura. Convirtiendo en entrañable un ejemplo de precariedad y necesidad. No es el único caso de miseria que se populariza en redes cubierto de un halo romántico hasta el punto de que los vídeos de acciones de caridad con personas sin techo son una categoría en YouTube. Al tiempo, en Francia se preparan grandes movilizaciones tras el anuncio de que el Gobierno pretende elevar la edad de jubilación de los 62 a los 64 años. Y es sabido cómo protestan los vecinos. Mientras, en el Estado español la meta de la vida laboral se aleja ya hasta los 67 años sin que hayan asomados las antorchas, entretenidos con sainetes como el de Shakira y Piqué. Siempre nos podrá rescatar un tiktoker.