Como no perdona un puente ni jarto de grifa, el pescatero cercano a nuestro amado templo del cortado mañanero nos ha abandonado estos días, aunque es el único. El resto de luchadores frente a los molinos de Amazon sigue al pie del cañón repartiendo como si no hubiera un mañana los Código QR que despachan con eso del TicketBAI, que el lunes apareció uno de los viejillos, después de hacer las compras, empapelado. El fraude a las haciendas no sabemos si descenderá, pero en el local existe la sensación de que estamos dispensando papel por encima de nuestras posibilidades, total para que todo el mundo los deje sobre el mostrador del comercio en cuestión. Salvo en el caso del citado venerable, porque a la frutería, la carnicería, la ferretería, la zapatería... se fue con uno de los nietos, al que le pareció gracioso ir pegándole las cuentas correspondientes por los ropajes. Parecía un árbol navideño, con sus bolas y todo, como pertinentemente apuntó nuestro querido escanciador de café y otras sustancias. Lo cierto es que alguno ya ha dicho que piensa guardar tanta cuenta, que nunca se sabe cuándo va a venir bien para hacer una calefacción improvisada en casa tal y como están los precios. Claro que un vecino suyo ha preguntado si los Bomberos siguen con el mismo número.