Aunque parezca mentira viendo al personal que suele habitar nuestro amado templo del cortado mañanero, de vez en cuando tenemos clientela nueva que quiere ser, por las razones incomprensibles que sean, habitual. A lo largo de los años, los ha habido que se han sumado al selecto club sin alterar el ecosistema y eso a pesar de que la primera mirada de nuestro querido escanciador de café y otras sustancias suele rivalizar con la de Clint Eastwood en El jinete pálido. Otros han llegado y se han mantenido a pesar de jugarse la vida pidiendo pintxos o bebidas antes no conocidas. Por ejemplo, el becario lleva tiempo haciendo no sé qué con yuca, receta de una nueva comensal de los almuerzos de los sábados. Pero ahora resulta que parte del personal de un gimnasio cercano ha tomado por costumbre venir a desayunar. Y los venerables están con la txapela en alerta roja porque “los otros” están pidiendo que si zumos hidratantes y para desinflar el vientre, que si tortilla de patata sin huevo, sal ni cebolla, que si tés de kombucha y de ajo... Para sorpresa de todos, el barman está pasando por el aro con algunas cosas por aquello de que la pela es la pela. Los viejillos, por su parte, están entre resistir y guardar las esencias o buscar el punto zen y apoyar a su manera la multiculturalidad. Ya veremos.