Hay una especie en Vitoria-Gasteiz que he decidido bautizar como los antis y que engloba a todos los que se oponen a los cambios que supongan retocar la configuración de la ciudad. Parte del colectivo lo componen los que siempre están en contra de todo lo propuesto; otra la conforman aquellos cuyo punto de vista depende más de su animadversión hacia las siglas políticas de quienes decretan los cambios; y, por último, el tercer bloque es el de aquellos que se oponen al cambio solo porque les toca de cerca. El último ejemplo, la propuesta del nuevo trazado que llevará el tranvía a Zabalgana atravesando San Martín. Más allá del lógico cabreo del alcalde Urtaran por el fuego amigo –que dos socios no se comuniquen entre sí es bastante grave– y haberse encontrado negro sobre blanco un plan ya trazado y que estima mejorable mediante el diálogo, las voces ciudadanas críticas no han tardado en elevarse. Por alguna calle tienen que pasar las vías; y se eliminarán aparcamientos; y se generarán molestias por las obras. Eso hay que asumirlo, pero, como siempre en esta ciudad y más en sus grandes proyectos pero también cuando hay que talar un árbol o cambiar una baldosa, salen a la luz los defensores del inmovilismo. Un problema que ha lastrado y ralentizado nuestra evolución como ciudad.
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