hora que nos regatea la primavera, prefiero quedarme con que lo que ayer eran zarzas hoy son promesas de arbusto en flor. Y mientras recelo del cielo lluvioso como andaluz de vacaciones en Gasteiz, me abrigo y vuelvo al trabajo tras disfrutar de mi permiso de paternidad. Nunca había estado tanto tiempo lejos de ustedes en los casi 20 años que llevo tras este papel. Para este plumilla -Peter Pan también calzaba una- han sido unos meses indescriptibles. Preñados de retos, de revolución. De la mano de mi Wendy he conocido una estrella que cuando la miras enciende tu sonrisa como aquel carrusel de tu infancia, como las velas de Navidad en una noche mojada. Además de para enamorarme de él, y echarles a todos de menos, también he tenido tiempo para leer, ya ven. En La risa caníbal he descubierto razones para celebrar el humor, nunca tan necesario como siempre. Y ya que lo que siento es una vuelta al cole en toda regla, me vuelvo a presentar ante ustedes con la metáfora que dibujó el maestro Gabilondo sobre el periodismo y el agua potable -y lo difícil que es hallarla en tiempos de inundación- siempre presente. En perfecto estado de revista. Bueno, tanto como uno ha sido alguna vez capaz de estarlo. Con el relato completo y honesto como desafío diario. Esa es mi ilusión y mi humilde compromiso. Bienhallados.
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