oy me he dado cuenta de que soy demasiado viejo. Me ha pasado mientras tomaba mi café mañanero, que se ha convertido en una cita ineludible con la realidad y con los compañeros de la redacción. En el transcurso de la charleta en la cafetería oficial, uno de los periodistas de esta santa casa ha sacado a colación el tema de la sempiterna reforma fallida del Teatro Principal y la imposibilidad que tiene esta ciudad, y en concreto, su clase dirigente, para que alguien se crea sus planes de futuro en materia de infraestructuras culturales -léase, auditorio y similares-. Y ahí, precisamente, es donde ha salido a relucir mi añada y, por ende, el descreimiento general que el poso periodístico me ha dejado como defecto ante cada gran filtración de los sucesivos equipos de gobierno en relación a presuntas grandes inversiones en materia de plateas, zocos y circos. Se conoce que la teoría comunicativa aconseja a los gestores vender propuestas con maquetas, gráficos y alzadas para que el común de los mortales se quede con la copla de que Gasteiz es poco menos que la capital de la escena y de la música de Occidente. Sin embargo, he de recordar que por aquí ya han pasado demasiados concejales con sus planes y planillos y que aún estamos con la burra a brincos.
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