Cristóbal Montoro, desaparecido de nuestras vidas, is back. Montoro, otrora ministro destroyer del gabinete de Mariano Rajoy en tiempos de dura crisis económica, autor de frases para la historia, como aquellas “medidas excepcionales para incentivar la tributación de rentas no declaradas” (vamos, amnistía fiscal de toda la vida pero expresado siguiendo la escuela de lenguaje de la “indemnización en diferido) o aquella de “si el IVA se pagara más, no habría que subirlo tanto” (el ministro de Hacienda reconociendo que no logra hacer cumplir la ley). Y, por supuesto, una de las citas más miserables que cabe en un servidor público: “Que caiga España que ya la levantaremos nosotros”. Vuelve como Terminator, aunque no por voluntad propia, sino de un juzgado de instrucción. El foco de las presuntas corruptelas públicas bajo investigación ha pasado de significarse en las charlas cavernarias sobre mujeres de un exministro –la camiseta lucida por Ábalos en la puerta de su casa ha hecho fortuna en internet, compitiendo ya en su condición de icono con el abrigo de Bárcenas– a las más high class idas y venidas entre despachos privados y el BOE. De pronto he recordado, por lo que sea, a su compañera de Consejo de Ministros, ministra de Empleo, encomendándose a la Virgen del Rocío para la salida de la crisis.
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