sombrosa jugada de ajedrez la protagonizada por un tipo que camina sobre el alambre desde 2015 y hasta la fecha siempre ha caído de pie. Casi todo el mundo habla de error mayúsculo, pero a estas alturas habrá que reconocerle a Pedro Sánchez que su trayectoria, adoquinada con los cadáveres de no pocos adversarios políticos, es fruto de su audacia y no de que tenga una flor en el culo. Si la otra parte no le ha engañado y a la espera de conocer el detalle del acuerdo, con su movimiento gana España, que blinda su frontera sur y multiplica su peso en la UE al postularse como nuevo paso del gas hacia Centroeuropa. Gana la Unión, a la que se le abre la posibilidad de romper de verdad con Putin sin tener que entregarse con armas y bagajes a los Estados Unidos, y gana Argelia, que se hace la indignada, pero tiene en su mano convertirse en el butanero de Europa. Gana sin duda y sobre todo Mohamed VI; pierde el pueblo saharaui. Al menos, si Sánchez acaba por decantar la balanza del lado marroquí, podrán entregarse a un duelo triste pero sereno, tras medio siglo de guerra, exilio, incertidumbre y penurias. Sea como sea, la verdad última es que España ha dado carta de naturaleza a una violación del Derecho Internacional idéntica, sobre el papel, a la perpetrada por Rusia en Ucrania.