omo el periódico me ofrece estas líneas, no voy a desaprovechar la inmejorable oportunidad para desfogarme. Cuento hasta tres y respiro hondo para no descargar mi ira más de lo necesario, pero me cuesta horrores. En mi visita semanal al supermercado me cercioré días atrás de que el salvaje incremento de precios ya no tiene límites. 40 céntimos más por una tortilla de chorizo, ocho más por el litro de leche, 70 por el bacalao congelado... ¿Dónde vamos a llegar? Mientras en otros países ya han adoptado medidas para aliviar la pesada carga de la luz y la gasolina, aquí seguimos a verlas venir hasta el día 29. La gente ya está hasta el gorro y no es de extrañar que muchos salgan a la calle porque vamos directos de cabeza hacia un país de pobres. Si la cosa pinta mal para nosotros a corto plazo, no sé qué futuro les puede esperar a nuestros hijos. Tal y como se está poniendo la vida, dan ganas de llorar. Luego hay que escuchar al tal Enrique Ossorio ese, un enchufado de Ayuso en Madrid, diciendo que es un error el informe publicado por Cáritas donde se recoge que más de un millón y medio de habitantes de la Comunidad se encuentran en riesgo de exclusión social. Nos quieren hacer creer que Putin tiene la culpa de todo, pero eso ya no cuela. Lo peor es que encima nos tratan como si fuéramos idiotas.
- Multimedia
- Servicios
- Participación