o nos vamos a engañar. A estas alturas de la película y después del enésimo cambio normativo, en nuestro amado templo del cortado mañanero los viejillos empiezan ya a pasarse algunas cosas por donde no sale el sol. Y nuestro querido escanciador de café y otras sustancias ha renunciado a ponerse pesado con la mascarilla, lo de estar sentados y todo lo demás. Tras no encontrar algo parecido en Spotify por extraño que parezca, le ha pedido al becario -o sea, a su hijo- que le grabe un audio en el móvil que pone en modo altavoz cada cinco minutos, a imagen y semejanza de los mensajes del economato. Solo que en este caso no se recuerda de manera repetitiva el precio especial que esta semana tiene el papel higiénico, sino que se recitan los mandamientos escritos en piedra por la zarza ardiente del LABI. Alguno de los viejillos, cual Rosario de la Aurora, va repitiendo las consignas en voz baja entre un trago y otro. Así que el otro día, uno de los jovenzuelos, recordando un conocido capítulo de esa biblia del ser humano que son Los Simpson, propuso hacer una fiesta de la varicela pero versión pandémica y que pase lo que tenga que ser. Hacia su cabeza volaron dos bastones, un vaso y estuvo cerca de hacer el mismo camino el móvil del dueño. Así que, por ahora, no nos vamos de fiesta.
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