agnífico espectáculo el organizado en Madrid. Lo cierto es que la Villa y Corte es prolífica en navajeos políticos -¿recuerdan aquellos tiempos de lucha fratricida sin cuartel entre Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón? Qué tiempos, aquellos que le llevaron a Mariano Rajoy a proclamar aquel glorioso “joder qué tropa”. Cierro paréntesis-. Sería casi para sacar las palomitas si no fuera porque el pulso de poder a poder revestido de tintes maquiavélicos que mantienen Sol y Moncloa, en realidad, va de la vida de las personas, de su salud, de su trabajo. Pero estas cosas han quedado al albur de la refriega partidista porque Madrid -su Gobierno autonómico y su Ayuntamiento-, no nos engañemos, es el contrapoder del Ejecutivo Sánchez: el PP ha hecho de las instituciones madrileñas su atalaya de oposición y para el PSOE son el enemigo a batir, tanto monta. Y podemos empeñarnos en hablar de responsabilidad y podemos desplegar un ejército de banderas y posar para la foto: aquello es una perpetua campaña electoral. Sumémosle a esto la evidente y evidenciada quiebra interna en el Gobierno Ayuso, con Ciudadanos marcando perfil cada vez que tiene ocasión. Si París era una fiesta, Madrid es una tragicomedia... más trágica que cómica.