ios me libre de ser agorero, pero me da a mí al hocico que esto del covid-19 nos va a ocupar y a preocupar durante muchos meses. Pese a que mis vastos conocimientos sobre epidemiología se circunscriben al libro de apuntes que recoge la sabiduría acumulada durante décadas por mi familia y que se plasma en una pléyade de remedios caseros con los que combatir la gripe, puedo asegurar sin mucho margen de error que el coronavirus del demonio se está frotando las manos ante las facilidades que está encontrando en su pulular de humano en humano. Un simple paseo por nuestras plazas y calles sirve para poner los pelos como escarpias ante la nula predisposición de un buen número de convecinos a aceptar las medidas que pueden salvarles aún de muchos quebraderos de cabeza. Me imagino que la luz y el calor del sol y lo avanzado del calendario animan a obviar que el patógeno sigue a sus anchas y que éste es capaz de protagonizar a la mínima una escabechina (figurada). Para muestra, el botón de los brotes y rebrotes aparecidos en cada una de las comunidades autónomas, donde los problemas cada vez son más y mayores. En fin, supongo que sólo me queda abusar de la tila para serenar un poco el ánimo e intentar tomarme las cosas con un poco de filosofía.
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