uarta prórroga del estado de alarma a debate hoy en el Congreso. Y el asunto se ha puesto cuesta arriba para el Gobierno. Llegamos a la decisiva votación de hoy con el terreno definido por el ministro Ábalos: o aprobación del estado de alarma o el caos. No estuvo afortunado el ministro, el yo o el caos es más viejo que carracuca en la cosa política y rezuma connotaciones nada deseables en una democracia fetén. El Ejecutivo de Pedro Sánchez ha redescubierto en los últimos días que es un Gobierno en minoría. Y quizá ahí radica algo del problema al que hoy se enfrenta en la Cámara Baja, no el que no tenga una mayoría absoluta, sino que parecía haberlo olvidado. No cabía esperar que la derecha diera al Ejecutivo más allá del primer cuarto de hora de tregua que le dio, desde luego no cabía esperarlo de Vox. Pero es que Pedro Sánchez -enfrentado a una crisis sin parangón, no está de más recordarlo- puede que no haya estado excesivamente hábil en su ejercicio político del mando único, que nadie dice que sea fácil. Solo el protocolo implantado para las telerreuniones con los presidentes autonómicos, al día siguiente de sus anuncios del sábado, ya aventuraba problemas. Y es quizá el escollo con el que ha topado Sánchez no es el estado de alarma en sí mismo, sino la manera en la que ha decidido ejercerlo.
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