Si eres de los que prefieren la literalidad de la expresión “libre como un pájaro”, quizá te plantees la posibilidad de dejar que ese canario o esos periquitos que tienes en una jaula puedan salir y volar libremente por todo tu hogar.
Por muy bien acondicionada que tengamos su jaula o su aviario, a nuestra mascota con plumas siempre se le quedará pequeña. A todos los pájaros les gusta explorar y ejercitar las alas. Pero si además pertenecen a la familia de los loros, de las Psittaciformes, necesitan un plus de estímulos diarios para mantenerse mentalmente sanas y además poder dar rienda suelta a su carácter sociable.
Una buena solución es sacarlos de la jaula, que durante un rato vuelen y se muevan libremente por casa. Es el equivalente al paseo diario de los perros.
Beneficios físicos
Los beneficios de esta iniciativa son manifiestos. De entrada es un ejercicio físico continuado y largo, más largo que volar o saltar de extremo a extremo de una jaula, que por muy grande que sea siempre será más pequeña que la habitación donde la tengamos.
Además le servirá para evitar el estrés del encierro, algo muy habitual en cualquier ser que permanezca mucho tiempo encerrado. No hay más que recordar cómo nos hemos sentido durante el obligado confinamiento por el covid.
Quitar las barras que nos separan de nuestra mascota también ayudar a mejorar el vínculo que mantengamos con nuestra ave. Esto es especialmente importante en caso de tener un periquito, una ninfa u otra especie de la familia de los loros, que son de naturaleza gregaria con una rica vida social. Suelen vivir en colonias, por lo que si las sacamos de la jaulas y convivimos directamente con ellas, su salud mental mejorará notablemente.
En definitiva, lograremos que nuestra mascota tenga una vida más feliz.
Adiestramiento y precauciones
Ojo. Si nuestra ave se ha acostumbrado a una vida recluida, no podemos soltarla de golpe. El estrés que esto le cause puede hacer que el remedio sea peor que la enfermedad. Por ello debe ser una transición paulatina.
De comienzo se puede intentar que se acostumbre a posarse en nuestra mano. Sin agobiarle, mostrarle que posarse en nuestro dedo no solo es seguro sino que ademas le puede reportar una golosina. Con esto lograremos que cuando llegue la hora de volver a la jaula, no haya que perseguirla por toda la habitación, que sea ella la que se pose y se deje llevar. O incluso que sea ella la que vuelva sola.
Como casi todos los animales, la rutina es la mejor manera de acostumbrarlos. Sacarlos siempre a la misma hora le ayudar a mantener la confianza y la calma.
En cualquier caso, siempre es conveniente tomar una serie de precauciones que eviten accidentes.
La primera de ellas es delimitar, al menos la principio, la zona por la que se moverá libremente. La habitación donde tengamos la jaula es una buena opción. El entorno le resultará familiar ya que lo conoce de verlo desde su sitio. Poder explorarlo en toda su extensión será un estímulo. Además, si se siente insegura tiene localizado su rincón, donde podrá encontrar comida y bebida.
Esta delimitación implica mantener cerradas las puertas y las ventanas. Lo de las ventanas es por motivos obvios, que no se escape de casa y se exponga a todo tipo de peligros. Pero también conviene que las cortinas estén cerradas para evitar que durante sus vuelos choque contra el cristal trasparente pensando que el paso está libre.
Lo de la puerta cerrada también tiene su aquel. Como muchas aves, situarse en un alto les da seguridad, por lo que la parte alta de la hoja es un buen posadero. Si la puerta se cierra de golpe, bien por una corriente de aire, bien porque no nos hemos fijado que está ahí, puede lastimarse gravemente y morir.
Atención a los aparatos de luz, a los apliques y a las lámparas. Los riesgos son varios. El más común es la temperatura que puede alcanzar la bombilla. Aunque van desapareciendo las clásicas de vacío y resistencia en favor de las de bajo consumo y las led, todavía quedan y las temperaturas que alcanzan pueden causarles quemaduras serias en las patas o en las plumas.
Las clásicas lámparas de arañas, con sus cristales y sus lágrimas, pueden convertirse también en una trampa en las que pueden acabar enganchados. Además, los cables resultan tentadores y acaba siendo picoteados, con el riesgo de electrocución que supone.
Vigilancia permanente
Si cuando salimos con el perro de paseo procuramos no perderlo de vista, lo mismo hay que hacer con nuestro amigo con plumas. Sobre todo los primeros días hay que vigilar cómo se adapta a su entorno, cuales son sus lugares favoritos para descansar y observar el entorno, dónde le gusta esconderse. Una vez aprendamos sus querencias, cuando haya que devolverlo a su jaula, será más fácil buscarlo.
Hay que estar muy atento a los peligros que suponen los recipientes con agua como fregaderos, jarrones, cubos… Pueden caer dentro y ahogarse. Por ello, siempre tapados o vacíos.
Una vez que comprobemos que nuestro pájaro ha cogido confianza fuera de su jaula en una habitación, puede ser el momento de dejar la puerta abierta (y bien sujeta para que no se cierre) y darle la opción de explorar la casa y conozca el resto del hogar. Pero siembre bajo supervisión.
Ya hemos hablado de la rutina y de la confianza del ave hacia su propietario. Estos dos aspectos harán que su regreso después del paseo sea más fácil. Si además le acostumbramos a darle un premio, una golosina cuando haya vuelto, lo más seguro es que sea ella la que vuelva por su cuenta a su casa. Debe saber que es su hogar, un sitio comfortable y seguro donde refugiarse cuando llega la hora del descanso, de comer y beber. Por ello debe mantenerse limpia, ordenada y con juguetes que le permitan estar activo.