Es altamente probable que jamás veamos a Benjamin Netanyahu ante la Corte Penal Internacional respondiendo por la acusación de haber cometido crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad. Sin embargo, en lo simbólico –me temo que con eso hemos de conformarnos muchas veces–, tiene una enorme importancia el paso que ha dado el fiscal del Tribunal de La Haya al pedir su arresto.
Se imagina uno que no ha tenido que ser una decisión fácil, la del acusador Karim Khan, teniendo claro que se enfrentaba, no solo a la estadística que certifica que la mayor parte de los criminales se van de rositas, sino que está removiendo un avispero muy incómodo.
La prueba estuvo en la virulencia de las reacciones. Por parte del señalado mandatario hebreo, se daba por descontado que respondería con furia y nuevos ataques a las instituciones que pretenden impartir justicia en el planeta. Por ello, quizá han resultado más llamativas las ásperas palabras de condena de la Casa Blanca, hablando de “escándalo” y advirtiendo de las “implicaciones” que tendría la medida.
No es equiparación
Se retrata Joe Biden y, con él, los observadores que llevan meses asegurando que el presidente de Estados Unidos marca distancias con el régimen de Tel Aviv. No parece que sea el caso.
Resulta también muy ilustrativo que uno de los motivos de irritación sea que la petición del fiscal Khan incluya a dos dirigentes israelíes (Netanyahu y su ministro de Defensa, Yoav Gallant) y a la cúpula de Hamás en lo que critican con una intolerable equiparación de un Estado reconocido y una organización terrorista.
No deja de ser, por otra parte, poco más o menos el mismo motivo de denuncia de Hamás, pero a la inversa. También a la milicia islamista le parece un insulto la comparación.
Digan lo que digan unos y otros, nadie puede atribuir la espinosa decisión del fiscal de la CPI a una ocurrencia. Para empezar, la tomó junto a todo su equipo y después de una exhaustiva investigación que ha documentado los crímenes que se imputan a ambos bandos.
La justificación final es del todo inapelable: “Solo tratando a todos por igual podremos demostrar que todas las vidas humanas valen lo mismo”. Amén.