Aunque todavía no acabamos de coger calor electoral, en la demarcación autonómica estamos en campaña, lo cual no es óbice ni cortapisa para tener un ojo puesto en la batalla catalana que se dilucida tres semanas después de la nuestra. Y no es que en los tres territorios de la CAV falten cargas de profundidad cruzadas entre los diversos aspirantes, pero estoy por asegurar que las de Euskadi son formas versallescas al lado de las bofetadas a mano abierta entre los aspirantes a liderar la Generalitat después del 12 de mayo.

¿Es que se atizan a degüello unionistas y soberanistas? No va por ahí. Las invectivas más ácidas se intercambian entre las dos formaciones que, teóricamente, tienen como objetivo la independencia de Catalunya. Si, tras la convocatoria de los comicios, asistimos a pequeñas escaramuzas y menciones mutuas de la madre, ahora estamos en una guerra sin cuartel. El puigdemonismo que ha subsumido la marca Junts a mayor gloria de su líder carismático va a saco contra Esquerra, acusada de fuerza mingafría arrodillada ante el españolismo sanchista, igual de opresor que cualquier otro.

Illa, encantado

Aunque había habido amagos de respuesta por parte de los zaheridos republicanos, ayer fue cuando se colmó el vaso de la paciencia de Esquerra. Después de indecibles desplantes y cuchufletas de quienes fueron sus socios, el president Pere Aragonès ha estallado contra el líder egocarismático de los postconvergentes.

“Solo habla de sí mismo”, estalló contra el recién mudado de Waterloo a Catalunya norte. Lo hizo en presencia del histórico miembro del partido de Jordi Pujol, padre de la Constitución española y, de propina, abogado de la infanta Cristina de Borbón, Miquel Roca i Junyent. Casualidades, supongo, las justas.

También hubo, según se glosa en los despachos de agencias, alguna yoya al líder del PSC, Salvador Illa. Al exministro de Sanidad y doble perfecto de Clark Kent, plim. Las encuestas de todo signo lo sitúan como ganador incuestionable de los próximos comicios, cada vez, con más ventaja sobre la segunda fuerza, probablemente, la plataforma ombliguera del president expatriado. Sin suma viable. Habrá nuevas elecciones. Apuesten.