Definitivamente, los enteradísimos profetas en materia de política internacional no tienen su mejor milenio. Después de ver cómo Donald Trump arrasó en los caucuses del Partido Republicano en Iowa cuando habían pronosticado que mordería el polvo, han vuelto a pifiarla en New Hampshire –o Nuevo Hampshire, como han empezado a escribir algunos de mis colegas, no sé muy bien por qué–.
Eso sí, esta vez se escudan en que la victoria del individuo del pelo naranja ha sido por “un margen estrecho”; quien no se consuela es porque no quiere. Y sí, es verdad que la ventaja sobre Nikki Haley, la única rival de fuste que supuestamente le queda, ha sido de alrededor de 9 puntos, que tampoco supone una goleada de escándalo. Pero sigue siendo un triunfo claro, circunstancia a la que debemos sumar lo que dicen los antecedentes: quien se lleva las dos primarias iniciales acaba siendo investido candidato.
Por más voluntarista que haya aparecido Haley afirmando que esto acaba de empezar, todo apunta a que el expresidente multiemplumado penalmente intentará recuperar la Casa Blanca. Por experiencia sabemos que no se puede descartar que lo consiga.
Ejecución sin piedad
Lo cierto es que nada puede sorprendernos de la que todavía muchos nombran como “la mayor democracia del planeta”.
Estos días tenemos en el estado de Alabama otro ejemplo terrorífico de cómo las gasta el también llamado “líder del mundo libre” en materia de respeto de los Derechos Humanos.
A la hora en que estén leyendo estas líneas, es posible que ya se haya consumado la ejecución por asfixia con nitrógeno a un recluso llamado Kenneth Smith, que llevaba 36 años en el corredor de la muerte. Después de sobrevivir –imaginen en qué condiciones– a la inyección letal, si nada lo remedia, este preso tendrá el triste privelegio de ser el primer ajusticiado mediante una técnica tan cruel que incluso se rechaza para acabar con la vida de animales.
A Kay Ivey, gobernadora de Alabama (del Partido Republicano, por si lo dudaban) las denuncias de crueldad y las peticiones de clemencia que han llegado incluso desde el Vaticano le entran por un oído y le salen por el otro. “Se hará justicia”, ha dicho.