Vuelvo con el poco edificante episodio de la web memorialista del ayuntamiento de Galdakao que mezcla víctimas con verdugos en el mismo listado alfabético porque me parece un retrato a escala 1:1 de la hipocresía que gastamos respecto a nuestro pasado reciente. Y salimos en la imagen con el rostro pelín duro y la mirada desviada hacia el tendido. Lo que ocurre es que entre todos –y ahí incluyo hasta a los Pepitos Grillo como este servidor– hemos construido, no sé si una mentira, pero sí una versión cómoda de los hechos. En realidad, sabemos lo que pasó, pero según hemos ido atravesando calendarios, nos da más pereza perder energías y tiempo defendiendo una causa que nos hace pasar por cansinos.
En esa renuncia es donde ha quedado el campo libre a los que jamás pierden el ímpetu, y así nos han colado un buen puñado de potitos ideológicos que jamás deberíamos haber comprado. Uno de ellos, que se evidencia en este caso particularmente, es el del hacer un totum revolutum de vulneraciones de derechos humanos de modo que, al final, dé lo mismo arre que so. Y sí, me consta que la por mí muy respetada y querida Sociedad de Ciencias Aranzadi, autora de las investigaciones de base, argumenta que se explicita el tipo de vulneración. Técnicamente, es verdad, pero en la web de Galdakao no se aprecia la diferenciación. Solo en el momento de acceder a cada ficha, aparece la especificidad. Eso es algo que, siendo generosos, induce a error. Sin mencionar, claro, la tremenda falta de delicadeza que supone incluir a los autores de un total de 16 asesinatos en una relación de víctimas de sufrimiento injusto.