Lo hace todo - Debo de ser uno de los pocos mindundis que no ha trabado conocimiento directo con ese semidiós virtual que se llama ChatGPT. Todo lo que sé sobre el artilugio es de oídas o de leídas. Así, he visto cómo el ingenio es capaz de sentar cátedra sobre el cambio climático, la abuelidad subrogada de Ana Obregón, el caso Negreira, las bondades del vinagre para calmar los juanetes, la movida entre Podemos y Yolanda Díaz o lo que cualquier paisano tenga a bien preguntarle a la franquicia más conocida de la inquietante Inteligencia Artificial. No hay campo que se le resista. Puede uno incluso (y, de hecho, hay miles de narcisistas haciéndolo) poner su nombre y pedirle que le escriba una recensión de un folio sobre su persona, y la maquineja tardará cero coma en expedirle un perfil en que lo glose como el puñetero amo de la barraca, un mediocre del copón o un excremento humano; todo depende del dichoso algoritmo y de las fuentes a las que acceda. Hay hasta quien le ha solicitado que escriba un artículo imitando su estilo y, ¡joder!, lo ha clavado.
Dudar de todo - Igualmente, y como probó hace un par de días el diario El Mundo, el engendro es capaz de generar imágenes falsas a demanda. Así, se maravilló una instantánea de Pablo Iglesias y Yolanda Díaz caminando sonrientes amarraditos de la cintura u otra en la que Pedro Sánchez y Núñez Feijóo compartían carcajadas y una copichuela en la barra de una bar. No faltaron los listillos que aseguraban que las fotos daban el cante. Muchos de ellos era los mismos que una semana antes se habían tragado el retrato del Papa Francisco ataviado con un psicodélico plumífero blanco que resultó ser también pergeñado por la dichosa IA. Me quedo con los que reflexionaron que, en lo sucesivo, deberemos poner en duda la autenticidad de cada imagen que veamos. Aun así, nos la colarán un millón de veces, y lo peor será que daremos por falsas otras que son reales.
Un hito - Todo esto, si se fijan, solo con usos de la Inteligencia Artificial que podemos considerar cercanos al entretenimiento o la curiosidad. Imaginen lo que se podrá hacer (o lo que ya se está haciendo) en materias más sensibles, como la guerra, la economía, la salud, la manipulación de la opinión pública… Y piensen también en su influencia en el ámbito laboral: ¿cuántos trabajos, empezando por el mío, serán perfectamente sustituibles por el prodigioso invento? Detesto el alarmismo y los anuncios del apocalipsis al por mayor, pero es evidente que estamos ante algo que supone un hito en la historia de la Humanidad. Ojalá no sea para mal.