No es para tanto - El primer presidente de Estados Unidos imputado judicialmente. Suena muy épico las diez primeras veces. A partir de ahí, resulta tan patético como el personaje que da lugar al enunciado. Porque a Donald Trump no lo han emplumado por las mil y una tropelías que cometió durante los cuatro años en que fue el (ejem) líder del mundo libre. Si estos días se pasa por el juzgado es, no nos engañemos, por una de tantas menudencias delincuenciales que gastaba antes de llegar al cargo. Trató de comprar el silencio de una mujer con la que presuntamente tuvo algún tipo de trato carnal. Y como le daba igual arre que so y llevaba toda su vida repitiendo la misma práctica, realizó los pagos de una manera opaca. Es decir, que no se le acusa directamente de soborno, porque eso no es delito en la tierra de promisión, sino de haber falsificado documentación para disimular la transacción. Por lo visto, lo hizo una treintena de veces, que es de donde sale el otro titular campanudo: “Se enfrenta a 34 cargos penales”. Sí, pero básicamente son el mismo repetido. Hemos visto alguna que otra peli americana de juicios.
Giro de guion - De hecho, lo de estos días en esos glamurosos juzgados de Nueva York parece sacado de un guion de Netflix, con sus giros inesperados y todo. Por ejemplo, a la hora de teclear estas líneas, no hay noticia de los tremendos disturbios protagonizados por los seguidores del acusado que nos habían anunciado. Como mucho, hemos asistido a un intercambio de gritos e insultos entre partidarios y detractores del fulano, pero nada que no hayamos visto, por poner un ejemplo cercano, ante la Audiencia Nacional, el Tribunal Supremo o, últimamente, el Superior de Justicia de Catalunya. En resumen, el escenario perfecto para el lucimiento del personaje principal, que está exprimiendo a conciencia el papel de víctima injustamente perseguida por un sistema que no le perdona haberse puesto al frente de la rebelión del americano medio oprimido, blablá.
En campaña - La cuestión para que nos tiemblen las rodillas es que ese mensaje está colando. Quienes pretendían que este era el golpe de gracia a la carrera política de Trump están empezando a asumir que puede ser lo contrario, es decir, su resurrección y su vuelta a la pomada. Su campaña para las primarias del Partido Republicano ha comenzado y está corriendo a cargo de los mismos que pretendían enterrarlo. No es descabellado pensar que esta jugada judicial se salde con una absolución que lo catapultaría hacia la reconquista de la Casa Blanca. Por si acaso, pongámonos en lo peor.