Razonable - Si a los supertacañones de la Unión Europea les ha parecido bien la reforma del sistema de pensiones ya aprobada por el Gobierno español, resulta obvio que no se trata de una ocurrencia de media docena de folios. Se entiende que desde la diestra de amplio espectro y desde parte de la siniestra montaraz se recurra a la descalificación de trazo grueso. De eso va el politiqueo. Así, unos protestan porque, según su visión, supondrá un mordisco a los bolsillos más pudientes, mientras en el extremo contrario se porfía que las subidas serán de calderilla. Habrá su tantín de media verdad en lo uno y lo otro, pero todo hace indicar que, en este caso, se ha llegado hasta donde se podía llegar. El nuevo modelo de cálculo de la pensión, con la posibilidad de acogerse a los 27 mejores años de cotización, parece más razonable que el anteriormente en vigor, en el que se iba apreciando una merma anual en la cantidad que finalmente se cobraba. Si no nos están ocultando algo, se diría que estamos un avance.
Suena bien, pero... - Con todo, y salvo que queramos engañarnos en el solitario, esto último es una buena noticia para quienes ya están cobrando la pensión. Quizá, como mucho, para el colectivo que está a punto de hacerlo. Para aquellos a los que todavía no quedan quince, veinte y no digamos treinta años para alcanzar la condición de pensionista, mucho me temo que estas medidas no nos serán de aplicación. Es verdad que se nos cuenta que en los próximos dos decenios el nuevo mecanismo permitirá acumular un fondo de reserva de 120.000 millones. Sonar, suena bien, pero tiene toda la pinta de que estamos ante un cálculo voluntarista, cuando no ante las cuentas de la lechera. Los que tenemos cierta memoria recordamos que, no hace tanto, se nos aseguró que la llamada hucha era la garantía de cobro por los siglos de los siglos. Hasta que dejó de serlo.
Problema estructural - Así que será mejor que vayamos interiorizando que, por buena que sea, esta no va a ser la última reforma del sistema que nos va a tocar ver. El problema estructural va a seguir estando ahí. El mecanismo piramidal -los cotizantes del momento financian a los que han dejado de cotizar- era viable, hablando mal y pronto, cuando los perceptores se morían antes. Y ya no es solo que vivamos más. Incluso con las subidas de las cotizaciones recién aprobadas (que veremos si están al alcance de todas las empresas) la precariedad laboral rampante se traduce, por pura lógica, en una recaudación que se queda corta para atender a las necesidades del sistema. Habrá que tomar otras medidas.