La última vez que supe de José Luis Balbín fue hace cuatro años. Batallaba con la RTVE todavía en manos del PP para que el ente no utilizase en vano su legendario programa La clave en su página web. Al indómito asturiano le quemaba que la misma casa que lo purgó en tiempos del felipismo por negarse a bailar el agua a aquel PSOE de las corruptelas y los GAL se aprovechara de su trabajo y hasta proyectara recuperar el nombre para un debate que, obviamente, no tendría que ver con el original.

Desconozco cómo terminó la disputa, pero no ha dejado de llamarme la atención que haya sido la cuenta de Twitter del archivo de la radiotelevisión pública española la que nos diera anteayer la noticia de la muerte del inmenso comunicador. Me alegro, en todo caso, de que nadie osara tratar de recuperar la marca y un formato que, desgraciadamente, no tendría sentido en la actualidad. De hecho, ya no lo tuvo en los noventa del siglo pasado, cuando él mismo lo remedó en la entonces recién nacida Antena 3 Televisión.

No sé si, citando a Neruda, nosotros, los de entonces, somos o no los mismos, pero sí tengo claro que la época ha cambiado. Aquellos programas petados de humo con invitados e invitadas de mil ideologías y dos mil ocupaciones ya solo tienen lugar en el recuerdo convenientemente recauchutado de quienes por aquellos días no veíamos tanto La clave como hoy presumimos. Eso no es óbice para reconocer que el programa marcó una época, que hoy sería sencillamente irrepetible y sobre todo, que su creador, que nos acaba de dejar, fue uno de los periodistas más brillantes del último siglo. Descanse en paz. l