a clavó ayer en Onda Vasca el portavoz de Lakua, Bingen Zupiria. “Hay que hablar menos y trabajar más”, sentenció después de que Txema Gutiérrez le preguntara y repreguntara por el presunto pifostio entre los dos socios del gobierno de Gasteiz. Si lo recuerdan, terminé ayer esta misma columna diciendo que era mejor no andar jugando, y entiendo que las palabras de Zupiria apuntan en esa dirección.

A estas alturas, PNV y PSE se conocen como si se hubieran parido mutuamente. Nada de lo que pueda pensar, hacer o decir el uno le puede sorprender al otro y viceversa. Cada cual sabe dónde están los principios irrenunciables y los límites propios y ajenos, y al firmar sus pactos, a ninguno se le ocurrió exigir a la contraparte que renunciara a ellos. A buenas horas vamos a descubrir que a los jeltzales se les queda cortísimo el cada vez más vetusto, inoperante y afeitado apaño de las autonomías y que su apuesta, previo paso a la soberanía plena, es el reconocimiento de la plurinacionalidad del estado y la profundización del autogobierno, que ya viene recortado de serie. Y a buenas horas vamos a descubrir también que a los socialistas, por más postureos federalizantes que amaguen a veces, lo que les va es el centralismo jacobino. Así que manda narices que, en la segunda legislatura compartida, sigamos a vueltas con la misma vaina. Máxime, cuando los zascandileos que abundan sobre esa especie se complementan con amenazas nada veladas de romper la baraja y conformar una “alianza de izquierdas” que tendría como principal bastión a EH Bildu, fuerza que, hasta donde uno sabe, también es soberanista. l