- “Siempre mostraba una actitud muy protectora respecto a sus hermanas”, coinciden varios testimonios de familiares y conocidos al hablar de Shehryah Abbas, principal acusado del asesinato, previa tortura, de las jóvenes paquistaníes residentes en Terrasa Arooj y Anisa Abbas. Y al explicar a qué se refieren, cuentan que en todo momento estaba muy encima de ellas, que las abroncaba por su forma de vestir, por los lugares que frecuentaban, las horas a las que llegaban a casa y, por supuesto, sus amistades, especialmente las masculinas. A un joven que salía con Anisa llegó a apuñalarlo. Nótese la perversión del concepto. Resulta que el acoso violento sin cuartel pasa como sinónimo de protección y, en última instancia, casi como justificación de los dos brutales asesinatos. El tipo era tan pero tan protector que, junto a otros miembros de la familia guiados por el mismo sentimiento, torturó y tiroteó a las dos jóvenes por haber tratado de tomar sus propias decisiones.
- Andaba servidor reflexionando sobre el retorcimiento de la palabra, cuando me encontré a la ministra Irene Montero celebrando el indulto parcial a una individua llamada María Sevilla porque era el ejemplo de libro de las “madres protectoras”. Ojo al dato, que la titular de Igualdad se estaba refiriendo así a una señora que mantuvo secuestrado a su hijo durante casi dos años en condiciones lamentables, sin escolarizar, sin vacunar y sin ningún tipo de cuidado médico. Lo hizo, no solo contra lo establecido en una sentencia que le quitaba la custodia ante la larga serie de comportamientos dañinos en que había incurrido, sino contra el deseo del chaval, a quien le aterrorizaba la conducta de su madre. Después de su cautiverio, el menor pasó interminables periodos en tratamiento psicológico y hoy, con catorce años, vive con su padre y no quiere saber nada de la mujer que le destrozó la niñez. Para nota, por cierto, que la señora en cuestión presidiera una asociación llamada Infancia libre.
- Y para sobresaliente cum laude, que la ministra que supuestamente tiene el encargo de velar por la igualdad en todos los órdenes llame “madre protectora” a alguien que sometió a su propio hijo a una sucesión indecible de malos tratos que están acreditados en sede judicial. Claro que la indignidad queda rematada ante la decisión del Gobierno español -o sea, de todos y cada uno de sus integrantes- de conceder el indulto a la perpetradora no arrepentida de semejantes tropelías, cuya víctima principal fue, no lo pasemos por alto, un menor. Caray con las y los protectores.