e ha hecho famoso, y no para bien, un empresario de hostelería que soltó en un programa matinal de la tele que en su gremio “lo normal siempre ha sido trabajar media jornada, o sea, doce horas”. La frase es demoledora y, desde luego, retrata al tipo que la pronunció sin siquiera ser consciente de la barbaridad de la afirmación. Apurando un poco más, podría convenir en que no es el único de su sector con una mentalidad que fluctúa entre el feudalismo y el esclavismo. Lo que no puedo aceptar es que, como muchos se lanzaron a proclamar, esas palabras reflejen ni el pensamiento ni la actitud de la totalidad de propietarias y propietarios de locales de hostelería.

Siempre he sido un enemigo de las generalizaciones, pero en el caso que nos ocupa, voy un paso más lejos. No hablo de garitos en plural sino en singular. Y, entonces sí, puedo entrar a valorar si en este bar, en aquel, o en el de más allá se dan prácticas laborales abusivas. No son pocas las ocasiones en que quien está detrás de la barra es el dueño del local, un autónomo cuyos derechos palidecen ante el más precario de los trabajadores por cuenta ajena y que se pega las arriba mentadas doce horas (o las que toquen) al pie del cañón. Así que propongo que nos vayamos liberando de ciertos prejuicios facilones. Por el mismo precio, a todos los que despotricaron contra el explotador de la tele les llamo a reflexionar sobre el modo en que tratan a quienes les sirven las cañas, los copazos, las raciones o el menú del día. Quizá alguno descubra, si es sincero, que sus comportamientos como cliente no andan lejos de los del sujeto que ha dado pie a esta columna. l