sto debe de ser lo del clavo que quita otro clavo. Un escándalo de espionaje se tapa con el producto de otros espionajes de naturaleza absolutamente ilegal. Piénsenlo bien, porque en esencia estamos en las mismas. Lo del Pegasus será más chic y más sofisticado que las ñapas empleadas por los cero-cero-sietes hispánicos, pero en uno y en otro caso se trata de husmear al objetivo para tenerlo controlado y, si llega el caso, someterlo a chantaje o, directamente, destrozarle la reputación.
Les hablo, por si no están al corriente, de la serie de grabaciones del inefable comisario Villarejo con diferentes políticos del PP del Antiguo Testamento que ha empezado a difundir el diario El País. En las dos primeras entregas quedan retratadas (o sea, más de lo que ya están) María Dolores de Cospedal y Esperanza Aguirre. La una, pidiendo al conseguidor que pare lo de “la libretita de Bárcenas” y, la otra, reconociendo al pocero mayor del reino que está rodeada de una jarca de mangantes como Prada y Granados. Todo, muy grave, pero me temo que ya amortizado.
Incluso aunque se vuelva a emplumar a Cospedal, no estaremos mucho más allá de donde ya estamos. ¿Por qué, entonces, se nos sirve este potito recalentado? Pues porque así está establecido en la guerra de las dos familias que operan en las cloacas, obediente cada una a su bandería ideológica y con terminales mediáticas de cabecera a las que filtrar la mandanga. Disimulando muy poco sobre los propósitos reales. “¿Qué hay en la libretita de Feijóo?”, deja caer, como quien no quiere la cosa, una redactora del “periódico global en español”. El nuevo líder del PP es el objetivo. l